miércoles, 9 de marzo de 2011

Los forasteros


Pirulipipí daba vueltas en su camita de ramas. Si había algo que detestaba más que los gusanitos de espinacas era la siesta. “¿Por qué tengo que dormir si no tengo sueño ni estoy cansado?”, le preguntaba a su madre cada vez que esta lo enviaba a echarse una siesta. “Porque así estarás más fresco y activo por la tarde”. “Mmmm… no me convences”, respondía el pajarito. “Verás cómo en unos años desearás tener tiempo para dormir una siesta”.
Terminada la hora de la siesta, en la que Pirulipipí se dedicó a pensar qué haría esa tarde, el gorrioncillo se precipitó a un charco cercano a su árbol para lavarse la cara y espabilarse un poco. Acto seguido fue a buscar a Gorrión Gorrón, que le esperaba picoteando una rama.
“¡Hola! ¿Qué hacemos hoy?”, preguntó Pirulipipí. “Me han hablado de unos pájaros nuevos que acaban de llegar al bosque. Parece ser que están de paso, que no van a quedarse aquí. Podríamos ir a verlos, ¿no?”. Dicho y hecho. Ambos amigos pusieron rumbo a los árboles al lado del río, lugar escogido dentro del bosque Atrunkimunki por los recién llegados para instalarse.
Enseguida se dieron cuenta de que habían llegado a su destino. Decenas (o cientos) de pajarillos negros y blancos volaban de un lugar a otro con pequeñas ramas en el pico. “¡Madre mía, qué movimiento”, dijo Gorrión Gorrón, poco amigo del trabajo.
“¡Claro, tenemos un hogar que construir!”, le respondió una voz. Los dos gorriones se dieron la vuelta y se encontraron de frente con uno de aquellos pájaros que nunca habían visto. “¿No tenéis casa?”, preguntó Pirulipipí. “Al contrario, tenemos muchas casas”, le respondió el desconocido. “Por cierto, me llamo Ina”. “Hola Ina, yo soy Pirulipipí y él es mi amigo Gorrión Gorrón, vivimos del otro lado del bosque. ¿De dónde venís y dónde están vuestras otras casas?”.
Ina les explicó entonces que comenzaron su viaje en Canadá, donde ella había nacido, y que se dirigían al norte de África, donde pasarían el invierno. Pirulipipí y Gorrión Gorrón no entendían nada. ¿Canadá? ¿Norte de África? ¿Pero por qué moverse de un lado a otro, en vez de quedarse tranquilos en un bosque? “Somos aves viajeras, pasamos la mitad del año en zonas frías y la otra mitad en zonas cálidas”, les explicó Ina.
“¿Y vosotros? ¿Hace mucho que vivís aquí?”. “Pues desde que nacimos”, respondieron ambos gorriones con cierta vergüenza y envidia de su nueva amiga, “un pájaro que ya de cría había visto tanto mundo”.
“Ahora tengo que volver a ayudar a mis padres con el nido. Parece que el del año pasado no está donde lo dejaron, así que tenemos que construir otro nuevo. Pero me encantará veros mañana, si os parece bien. Creo que pasaremos aquí al menos una semana”.
“¡Aquí estaremos, que no te quepa duda! ¡Queremos que nos cuentes cosas de todos esos sitios que has visto!”.
Y Pirulipipí y Gorrión Gorrón se volvieron a sus casas, donde les esperaba la cena preparada por sus padres. Los dos se acostaron soñando e imaginando cómo serían esos lugares por los que Ina había pasado. ¿Habrá caracoles allí? ¿Y pájaros grandes? Y con estas imágenes se quedaron dormidos.

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